Del goce femenino al sinthome[i]

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Marita Hamann

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La noción del goce femenino como sustrato de todo goce es un nuevo paradigma del goce que JAM extrae de su lectura de la muy última enseñanza de Lacan, especialmente, de lo que se desprende del seminario XX en cuanto a la existencia de un goce no-todo atravesado por la función fálica, y del seminario XXIII, por cuanto las elaboraciones de Lacan en torno a Joyce permiten avizorar maneras de hacer con el goce que involucran una suerte de inconsciente real, allí donde la dimisión paterna es patente (lo que ocurre siempre en algún grado, en todos los casos).  Vale decir, no lo encontraremos explícitamente señalado por J. Lacan como tal.

El hilo que sigue JAM está expresado en su discurso para la presentación del próximo Congreso de la AMP, donde, entre otras cosas, dice lo siguiente:

“Lacan ha utilizado el lenguaje matemático que es lo más favorable a la ciencia. En las fórmulas de la sexuación, por ejemplo, ha tratado de captar los callejones sin salida de la sexualidad en una trama de lógica matemática. Y eso ha sido como una tentativa heroica de hacer del psicoanálisis una ciencia de lo real como lo es la lógica.

Pero eso no se puede hacer sin encarcelar el goce en la función fálica, en un símbolo. Implica una simbolización de lo real, implica referirse al binario hombre-mujer como si los seres vivientes pudieran estar repartidos tan nítidamente, cuando ya vemos en lo real del siglo XXI un desorden creciente de la sexuación.

Eso [se refiere aquí a las fórmulas mismas de la sexuación] es una construcción secundaria que interviene después del choque inicial del cuerpo con lalengua, que constituye un real sin ley, sin regla lógica. La lógica se introduce solamente después, con la elucubración, el fantasma, el Sujeto Supuesto Saber y el psicoanálisis”.

Este goce no encarcelado por la función fálica, es el que particularmente evidencian las mujeres, de allí que lo designemos como el goce femenino propiamente dicho, si cabe la expresión.[1]

Este margen del goce concierne al acontecimiento del cuerpo, no edípico; indecible entonces, no cesa de no escribirse. El goce masculino, por el contrario, según la solución edípica, involucra un goce rechazado, prohibido, que solo es permitido más allá del padre. Por otra parte, el goce femenino se sitúa más allá del principio del placer, el masculino, en cambio, se ordena según la Ley del deseo y el falo y sigue al principio del placer: el lenguaje impone un régimen del goce que interviene en el sentido del impacto del goce sobre el cuerpo.[2]

El no-todo en la función fálica concierne a todos los seres hablantes. Si ben el lenguaje es el instrumento de la castración por cuanto prohíbe el goce, hay un goce repetitivo del cuerpo (S1), que se itera, sin S2: No se encuentra fuera del lenguaje solo que no hay saber que lo ligue, es goce del cuerpo que se goza.

Es que el goce femenino no está reglado en el cuerpo como en el caso del goce masculino,  que se encuentra sometido a la detumescencia, de lo que Lacan hace el principio de castración en el Seminario X. Eso Implica que no es susceptible de reglarse por el conteo, una solución frecuentemente masculina, sino que toca más a la verdad y su falla puesto que no es posible decirlo todo (una supuesta propiedad potencial de la cadena significante). En ese sentido, la relación de las mujeres con el lenguaje queda más ligada al cuerpo o, dicho de otro modo, menos ligada al falo. Consecuentemente, dos regímenes del lenguaje conviven: el que opera la castración (“el goce está prohibido a quien habla”) y el que está infiltrado por el goce y deviene su instrumento.[3]

Al respecto, Dominique Holvoet[4] dice más o menos lo siguiente: En el seminario XX Lacan evidencia que el Otro goce es del registro de la existencia y no de la significación (un goce del que, al decir de J. Lacan, ellas no saben nada pero lo sienten, y no le ocurre a todas, tampoco). Goce que proviene del acontecimiento traumático contingente y de la fijación, más allá de la diferencia sexual y de la ley del deseo, y que constituye el pivote irreductible de un análisis. La castración es aquí el nombre del goce en cuanto negado.

A partir del XXIII, continua el autor, el goce no está ordenado por el lado masculino, por el sexo y la castración, sino por el goce del cuerpo, el acontecimiento del cuerpo, goce como tal. La generalización de la fórmula del lado femenino implica que no todo el goce está sometido a la castración. El sinthone remite a lo irreductible del síntoma: eso desemboca en la conclusión existencial del inconsciente real. El significante, aquí, es del orden de la letra como materia: “Con el significante como materia, el cuerpo es percutido y queda traumatizado, culpable, alienado a la mirada del Otro, tomado en un falla inicial, letra en sufrimiento tomada en los embrollos del sentido. Y la castración en este registro no es más interdicción sino el nombre de lo que hará cesar al sinthome por la escritura de un discurso que sería, no del semblante, sino de lo real. El nuevo sentido de la castración es aquí la operación que haría cesar los embrollos del sentido”. [5]

De manera que el padre es un síntoma sostenido desde de su particularidad, su perversión, no tiene que serlo, “ser un padre”, sino que existe a su propio modo.

Esto no barre con la clínica diferencial sino, más bien, permite que ella sea replanteada retroactivamente desde aquí,  a partir de las elaboraciones de JAM.[6]

Los conceptos que se oponen en esta perspectiva son Ser versus Existencia: Permanecer del lado del ser es inflar el sentido, es la universalización vía el sentido. Por eso, el todo es un estrago frente al no todo.

La prudencia, en el acto analítico, no es la prudencia prevenida, no es la del obsesivo ni está en la lógica masculina, tiene en cuenta lo real y no duda, va a eso… con prudencia.

El acto que no está comandado por el sin límite, es un no todo pero no limitado por la función fálica, no es la función fálica lo que le otorga un borde sino el Uno solo. Dice Gil Caroz: “Es un problema decir que [el acto] no es sin la función fálica porque con la función fálica se entra de nuevo en el registro del sentido (…). Si se dice que es la lógica del todo la que es estragante para la lógica del no todo, se podría salir de este impasse y decir que el acto no es hacer no importa qué, que está correlacionado a algo, pero en lugar de correlacionarlo al falo, se lo hace correlacionar al Uno solo. Cada uno de nosotros tiene una posición en la vida, un estilo, y es a partir de acá que el acto se orienta; este estilo y esta posición dependen de este momento en que el significante a percutido en el cuerpo”.[7]

Y Patricia Bosquin Caroz interviene en esta conversación para acordar e insistir en que, decir que la mujer casi no es loca es permanecer en el registro de la medida siempre en relación a la función fálica: “Cuando Lacan dice en Televisión que la mujer no está loca del todo, entiendan del conjunto unificante: de esto, ella no está loca. Entonces, estoy de acuerdo: lo que estraga a una mujer es la lógica del todo”.[8]

Cuando un hombre ama a una mujer, la divide, comenta Lacan en L’Étourdit. Quiere decir que cuando un hombre goza de una mujer, incluso si hay el amor, la divide. Ella percibe allí su lado no- toda.[9] Y D. Holvoet agrega: “¿Qué es el partenaire síntoma sino el modo por el cual se goza del partenaire haciendo de él un síntoma?  Un síntoma no está sometido a la castración, más bien, ‘se desenreda con su bricolaje’. No se puede gozar de eso sino sintomáticamente. No se puede gozar de eso sino de manera chueca.”[10] Uno se orienta por su síntoma.

De manera que la noción de sinthome responde a la solución particular, por precaria que fuese, ya que siempre puede fallar, que cada uno se dio a partir del impacto traumático con lalengua. La existencia de la no relación sexual es ese real al que el sínthome responde como puede. Se trata de lo real que hay en cada ser hablante relativo al real de lo que no hay, desde ese ángulo, es, inclusive, una terapéutica del sujeto. En ese sentido, puede involucrar a la solución sintomática autoerótica pero va más allá de esta. Sinthome, en el seminario XXIII, es un tipo de anudamiento, cuarto nudo, respecto de un desencadenamiento: involucra alguna consistencia. Así lo presenta JAM: “… cabe decir que el sinthome siempre se inscribe para cada uno en la dimisión del padre y que el significante es causa de goce en el margen abierto por la dimisión del padre. De allí que se atribuya al sinthome la función de ser reparador, —algo increíble, sí, pero perfectamente freudiano. El sinthome es una curación, un factor terapéutico. Es lo que destaca el Seminario 23, donde vemos que el sinthome viene a reparar la cadena borronea cuando los elementos de esta no se mantienen bien unidos, de suerte tal que aparece como un operador de consistencia que posibilita que lo simbólico, lo imaginario y lo real se mantengan unidos.”[11]

Lo simbólico no solo no tiene ya la primacía que Lacan le otorgaba al inicio de su enseñanza sino que cambia de propiedad. Inicialmente, lo simbólico refería a la cadena significante derivada de las elaboraciones sausurianas, en la que cada significante se constituye por el rasgo diferencial (recordemos aquí la noción mínima de estructura: dos elementos semejantes que guardan entre sí una relación de diferencia); a partir del Seminario El Sinthome, el redondel de cuerda viene a ocupar el lugar del significante y aísla un agujero. “El Lenguaje está ligado a algo que agujerea lo real”, dice JAM citando a Lacan: “… de ahí en más, Lacan hace del agujero la característica principal de lo simbólico”[12]. Vale decir: por acción del lenguaje, algo hay, algo “habrá sido” y algo no habrá nunca.


[1] Pensando en la clínica y en la época, este goce femenino todavía podría rastrearse según tres maneras diferentes de abordarlo: en la histeria (como deseo inasible por el saber), en cuanto goce no-todo (como, por ejemplo, el concerniente a la posición analítica), y como “empuje a la mujer”.

[2] Brault-Lebrun, B., “La jouissance féminine et ce quelque chose dans la femme –ayant des affinités avec l’infini- qui échappe à la castration”, Quarto, Bélgica, École de la Cause freudiènne, No. 104, mayo de 2013, p.26-27.

[3] Langelez, K., “La jouissance féminine et ses terribles conséquences sur les êtres parlants”, Ibíd., p. 30-31. La autora se pregunta a continuación: “El goce femenino, fundamento del goce autista, ¿no sería más un goce suplementario?”.

[4] Holvoet, D., “La pas-toute femme dans le cours ‘L´être et l’Un’”, Ibid. p. 32.

[5] Ibíd., p. 33. Sobre este punto, manifiesta JAM en la clase no. 14 de “El ser y el Uno”: “De modo que lo designado por Lacan aquí como castración es aquello que haría cesar al sinthome, lo que haría que pueda inscribirse en un discurso que no será del semblante, sino que sería de lo real.  Tal el nuevo sentido de la castración: aquello que hace cesar los enredos del sentido.  Después de haber celebrado la función de la palabra, Lacan introduce aquí la instancia de la escritura como esencial en la práctica analítica; la diferencia reside en que la palabra conlleva sentido, en tanto la escritura alcanza la ausencia de sentido (non-sens); por esa razón es preciso hacer una distinción muy clara entre el significante y la letra: el significante efectúa, pone en ejecución el significado, en tanto la letra es materia”.

[6] Ibíd., p.36

[7] “Discusssion – Plus-Un: Phillipe Bouillot. La ‘pas toute’, femme”, Ibid., p. 38.

[8] Ibíd.

[9] Comentado por Dominique Holvoet. Ibid.

[10] Ibíd.

[11] Miller, J.-A., Piezas Sueltas, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 38.

[12] Ibid., p. 34.35.


[i] Contribución al trabajo de la Comisión Científica de las VIII Jornadas de la NEL.

Un comentario sobre “Del goce femenino al sinthome[i]

    Del goce femenino al sinthome – Trazo Freudiano escribió:
    23 septiembre, 2014 en 12:48 pm

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