DE LA INDIGNIDAD DEL SÍNTOMA A LA DIGNIDAD DEL SINTHOME por María Hortensia Cárdenas

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DE LA INDIGNIDAD DEL SÍNTOMA A LA DIGNIDAD DEL SINTHOME

María Hortensia Cárdenas (NEL)
mhcardenas@gmail.com

 https://ix.enapol.org/es/boletin-oci-9/

JL-5476

La indignación es sin mediación

Podemos abordar el tema de la indignación desde varios sesgos y se podría decir que de lo que se trata es de un afecto insufrible ante una afrenta, como la injuria que viene del Otro como indigna, que deja al ser ignorado, desestimado, desalojado, en la indiferencia, en la injusticia. Desde una posición subjetiva, la indignación puede ser un obstáculo a la dignidad de la singularidad. La indignación supone haber perdido la dignidad, cuando algo de la pulsión surge separada del semblante y es el goce el que aparece acompañado de angustia.

Pero cuando se trata del goce pulsional de cada uno, nos topamos con un imposible de resolver de modo colectivo¹. Los movimientos sociales, públicos, ‒y en este punto se puede argumentar que la lectura de lo social es fantasmática‒ no dicen nada del goce privado que hace falta tramitarlo en la experiencia analítica.

Del actuar sobre las pasiones

Cada uno construye su estrategia neurótica para defenderse de lo real y la indignación está presente desde el vamos de la demanda de análisis, cuando la singularidad del sujeto es suprimida o rechazada. En el curso de un análisis las pasiones tienen su lugar y forman un nudo pasional analista-analizante con los restos sintomáticos². Las pasiones atraviesan la experiencia analítica, llevan la marca de lo insoportable del goce. La indignación, cólera, ciertas tristezas, se fundamentan en una relación de amor que conlleva un resto fundamental de rechazo, de odio.

¿Cómo la política del síntoma se muestra en la intervención analítica o en el actuar sobre las pasiones?

Lo que los testimonios enseñan es que se trata del actuar de un analista, pero sobre todo del actuar del analizante. De parte del analista de alojar de la buena manera, sin pasión del analista, lo que Freud llamó la neutralidad del analista y Lacan precisó mejor desde la ética en tanto se supone operatorio el deseo del analista. De parte del analizante arribar a reconocer que quien rechaza lo más singular de uno es el propio sujeto, no el otro. En cada caso es la división del sujeto contra sí mismo. El odio a mi propio goce del cual estoy separado³.

Un recorrido analítico iría de la indignidad del síntoma a la dignidad del sinthome. En última instancia solo hay la dignidad del sinthome. Los testimonios de los AE demuestran cómo la pasión analítica se puso en juego y la resolución que encontró al final en la relación con el analista. Demuestran también que la dignidad del significante no resuelve la cuestión del goce porque más allá de la dimensión fantasmática con la que cada uno se las arregla para sostener su Ser lo que realmente dignifica es lo Uno de la diferencia incomparable del parlêtre. Ellos enseñan que ante el encuentro con Un real y el cuerpo depurado de su revestimiento fantasmático, se puede tener la oportunidad de otorgarle una nueva dignidad al sinthome. Esto implica ir del rechazo del goce del Otro a verse confrontado con su propio goce que hasta ese momento desconocía su real dimensión.

Billetes

¹ BASSOLS, M., Una política para erizos y otras herejías psicoanalíticas. Grama, Buenos Aires, 2018, p. 105.

² LAURENT, É., “Violencias y pasiones. Sus tratamientos en la experiencia analítica”. In: Bitácora Lacaniana, N° 5, Grama: Buenos Aires, 2016, p. 22.

³ _____________ “Ana Lydia Santiago pregunta a Éric Laurent”, video en Boletín OCI – 3, https://ix.enapol.org/es/boletin-oci-3/

 

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