Perú

NOTAS SOBRE EL MIEDO Y EL ODIO EN LOS FENÓMENOS DE MASA Por Renzo Pita Zilbert

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Acerca del miedo:

1.- No es equivocado decir que el miedo puede relacionarse a lo extraño, a lo indeterminado, a lo ajeno, etc. Esta idea se confirma con el miedo a la oscuridad que presentan los niños en determinado momento o con el temor a seres antropomórficos tan común en ellos. Sin embargo, es muy importante no perder de vista que, en aquel lugar de lo extraño, de lo desconocido se ubica no solo el objeto del miedo, sino también un fantasma. En el caso de algunos niños, por ejemplo, se trata de un fantasma de devoración.

2.- Eric Laurent en un texto titulado “El traumatismo del final de las políticas de las identidades”, nos recuerda que Freud pensó la masa y el vínculo que la une a partir del mecanismo de la identificación a un significante amo que sería un ideal. Asimismo, señala que actualmente hay modalidades de masa que se producen a partir del modo de gozar, ya se trate del plus de gozar o de un modo gozar inscrito en el fantasma (por ejemplo, las comunidades de goce sadomasoquistas). Luego, agrega que no debemos olvidar a aquel fantasma del sujeto segregado, aplastado por el Otro. Se trata de un fantasma de exclusión.

Freud, por su parte, en “Psicología de las masas…”, hace una distinción que aclara estas dos formas de masa de las que habla Laurent, es decir, entre el tipo de lazo que se produce vía la identificación y aquel que se produce vía el fantasma: en el primer caso, dice Freud, se trata de algo que se quisiera ser y, en el segundo caso, de algo que se quisiera tener, pues lo que hay en juego es un objeto.

3.- En las últimas semanas nuestro país ha sido objeto de una abrumadora cantidad de mensajes, reportajes, memes, etc., que se ubican bien en lo que se llama “campañas de miedo”. A partir de aquí algunas preguntas: ¿en qué fantasmas se sostiene el miedo al que apela esta campaña?, ¿de qué fantasmas extraen estos temores su fuerza pulsional?, ¿puede el miedo, en tanto sustrato pulsional, dar cohesión a una colectividad? A continuación, quisiera dar solo algunos trazos sobre estas cuestiones.

4.-Sin ningún ánimo de dar cuenta de todos los fantasmas que esta campaña pudo haber movilizado, quisiera comentar dos de ellos que considero tuvieron lugar. Para el primero, podemos recurrir a lo que señala Laurent sobre el fantasma de exclusión como generador de masa. El movimiento de los indignados o 15- M en España es un buen ejemplo de esto, pues se trata de los excluidos del sistema producto de la crisis económica del país. En el caso del Perú, el recurso de algunos políticos de señalar que Perú se convertirá en Venezuela despierta el fantasma en muchos de convertirse en excluidos del sistema. No se trata para estos sujetos de una movilización de indignación producto de políticas que los deja al margen, sino del temor de quedarse fuera del tren neoliberal.

Por supuesto, este temor no lo vamos a encontrar en sujetos que pertenecen en el denominado sector A de nuestra sociedad, quizás tampoco tanto en el sector B. Tampoco lo encontraremos en los sectores que ya están excluidos del sistema, sino en aquellos sujetos que cuentan con un ingreso que les permite pagar cuentas, pero no mucho más. Se trata de un sector que siempre anda preocupado por llegar a fin de mes y que es muy susceptible a cualquier crisis.

Un ejemplo de estos casos lo vi en pacientes que tienen negocios informales que les permite pagar las cuentas de la hipoteca, del colegio, etc., pero que no cuentan con seguro de salud, CTS, ni muchos ahorros. Por tal motivo, una enfermedad o una crisis económica podría golpear mucho su economía.

Frente a la imposibilidad de imaginarse un más allá del modelo, lo que hay es el temor de quedar fuera de él. Considero que esto se corrobora con una frase que se decía de modo serio y de modo gracioso en ocasiones: vamos a terminar vendiendo tamales en otro país.  El fantasma del excluido del sistema es algo muy propagado, incluso es estructural del sistema económico.

6.- Están en lo cierto algunos periodistas que hablaron de profecía autocumplida. Los empresarios tienen miedo y sacan el capital financiero y hacen una serie de desbarajustes en la economía nacional y eso produce una inflación que confirma y reafirma sus propios miedos. La pregunta que habría que hacerse es a qué le temen la masa de los empresarios. No tenemos manera de responderlo sin recurrir antes a estudios sociológicos o históricos sobre la sociedad peruana.

Varios politólogos, sociólogos, historiadores sostienen que en las elites económicas no temen quedar excluidos del sistema. Sería ingenuo pensar que las familias más poderosas del país puedan caer en semejante desgracia. Hay una serie de trabajos -que seguramente muchos de ustedes conocen- que apuntan a la idea que en el Perú el modelo económico es utilizado de acuerdo a una lógica colonial, es decir, que las élites económicas tienen un funcionamiento endogámico que busca reafirmarse en sí mismo, sin ningún tipo de proyecto republicano o de nación que vaya más allá del afianzamiento de ellos mismo como clase dominante.

El asunto es que este sector recurre a fake news, a invocaciones de golpe de estado, a maniobras antidemocráticas e inconstitucionales. Cabe entonces preguntarse: ¿a qué le teme esta masa de sujetos?, ¿por qué le espanta tanto las palabras de un maestro de escuela que ha emergido súbitamente a la palestra política y las frases de un partido político que, tal como dicen algunos, no es tan homogéneo en su pensamiento, siendo que la clase dominante cuenta aún con buena parte del poder en el país? Quizás la respuesta la enuncian ellos mismos cuando hablan de resentimiento, es decir, temen una venganza, temen una represalia, temen que retorno de lo reprimido, que, en este caso, no sería otra cosa que la furia de los excluidos.   

Por otro lado, no creo que se trate solamente de miedo, también está el factor del odio que desarrollaremos a continuación.

Acerca del odio:

1.- El odio se dirige al ser, dice Miller. Lo que se rechaza en el odio es el goce Otro. Si el odio se dirige al ser, dónde nace, dónde surge el odio. Una posibilidad es que nazca del yo, de la ilusión de identidad propia del yo. Hay varios elementos que nos hace pensar esto, uno de ellos lo encontramos en “Psicología de las masas…” cuando Freud comenta lo siguiente: “Cuando la hostilidad apunta a personas a quienes empero se ama, llamamos a esto “sentimiento de ambivalencia” […]. En las aversiones y repulsas a extraños con quienes se tiene trato podemos discernir la expresión de un amor de sí, de un narcisismo, que aspira a la autoconservación y se comporta como si toda divergencia respecto de sus plasmaciones individuales implicase una crítica a ellas y una exhortación a remodelarlas. No sabemos por qué habría de tenerse tan gran sensibilidad frente a estas particularidades de la diferenciación; pero es innegable que en estas conductas de los seres humanos se da a conocer una predisposición al odio…”.

Este párrafo hace recordar que según Freud el yo se constituye primero como yo-placer, es decir, como rechazando todo aquello que se me hace displacentero del Otro. El yo se constituye en un inicio como rechazando al Otro. Se trata de un rechazo yoico. De tal manera que esta hostilidad es fundamental para la constitución del Otro, la hostilidad es un operador fundamental para la constitución del Otro y del yo. El odio es primero que el amor, dice Freud. Esto quiere decir que en lugar de preguntarse por qué se odia al Otro, es más complejo e interesante preguntarse por qué se lo amaría.

2.- En el Edipo la función paterna tiene distintas facetas. Una de ellas es la función semántica, que consiste en dar un significante que permite dar significación al deseo de la madre. Otra de ellas es la función de perturbar la economía libidinal de la familia, se trata aquí de una función relacionada a lo que conocemos como autoridad, es decir, la posibilidad de decir “no”, de decir basta. La ultima de estas funciones tiene que ver con la no relación sexual y consiste en mostrar un saber hacer con eso que no marcha en el encuentro sexual.

Si hay un odio que se hace patente en el complejo de Edipo este se dirige a la función paterna en tanto función de autoridad, pues es aquella que impide al niño gozar de ser el falo de la madre, es la que obstaculiza la fantasía imaginaria de completud entre la madre y el hijo. Se trata aquí del padre de la horda primitiva a quién se le odia por su goce supuestamente absoluto.

3.- Llevado al fenómeno de las masas el odio hoy en día se expresa en lo que se llama neofascismo o post fascismo o simplemente extrema derecha. Es curiosa la emergencia de esta nueva derecha, pues en tiempos del capitalismo financiero, neoliberal, post fordista o como quiera llamársele lo que solía promoverse era la despolitización, la tecnocracia, la supuesta ausencia de ideología. ¿De donde viene esta repolitización tejida en el campo de la derecha que hasta hace poco promovía lo contrario? Dos posibles respuestas son: la crisis financiera y el avance de políticas identitarias o el marxismo cultural, que cuestiona fuertemente la tradición.

Son dos fenómenos de masa diferentes. Por un lado, la crisis financiera llevo a un odio al extranjero, al inmigrante, que es aquel que me quita la posibilidad progreso en el orden del mercado. Por otro lado, las políticas identitarias cuestionan el esencialismo de las tradiciones, vuelven contingente lo necesario y, en este caso, la hostilidad viene de sujetos que están muy seguros de identidad, del correcto funcionamiento de la civilización, de dónde está el Bien supremo.

4.- En el Perú las cosas son un poco distintas porque la crisis del modelo no ha producido un rechazo al inmigrante, no se trata como en EEUU de los nativos americanos pidiendo que se construyan murallas. Aquí la extrema derecha tiene apellidos compuestos, le gusta utilizar anglicismos al hablar y no representa en absoluto al poblador del ande, por ejemplo. Su hostilidad se dirige justamente al poblador, al individuo de piel marrón, al supuesto resentido. Incluso se llegó a oír en las redes sociales la idea de que solo debería votar Lima en las elecciones.

Cuando la extrema derecha defiende el modelo económico lo que defiende en realidad es la ventaja, la endogamia, la posición favorable para negociar y crear agenda política de manera extra económica, es decir, más allá de la economía de mercado. En pocas palabras, defiende una sociedad que funciona con fuertes remanentes coloniales.

5.- Los grupos conservadores, por su parte, sí funcionan de un modo muy similar a como se hace en el extranjero. Los grupos religiosos hacen un llamado a un padre fuerte, a la función paterna en tanto autoridad, al padre del antiguo testamento que castiga a su pueblo. Este Bien supremo que ellos defienden se ha vuelto imperativo categórico, se ha vuelto mandato super yoico. Mientras el líder encarne mejor ese goce obsceno y vengativo, pues mejor líder será, mejor representará a aquella masa furiosa.

6.- En ambos casos el odio al diferente, al extraño, los cohesiona más. El odio es un operador que permite proyectar hacia fuera las diferencias, paradojas, contradicciones del propio grupo. Un mandato super yoico es imposible de cuestionar, de negativizar y toda diferencia es vivida como una invasión, como una usurpación o como un ataque.

7.- Los grupos religiosos tienen una tendencia a la paranoia y es que el precio de sostener una ley de hierro es la paranoia, pues la única manera de mantener sin brechas su propio discurso es proyectando hacia fuera cualquier tipo de diferencia, paradoja, contradicción de su propia colectividad. Si uno les dice que hay una garantía para no creer tal cosa, pues apela que hay detrás hay una operación internacional que ha orquestado bien un fraude, etc.

Renzo Pita (Asociado NEL-Lima)

Sobre La revolución y la tierra: Un corte histórico en la vida republicana del Perú. Por Marita Hamann

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Sobre La revolución y la tierra: Un corte histórico en la vida republicana del Perú

Marita Hamann

NEL-9619

El film que hoy comentamos se presenta como un documental sobre la Reforma Agraria implantada por el Gral. J. Velasco Alvarado durante la Dictadura militar del ‘69, aunque el relato es bastante más frondoso. El propósito ha sido contar lo que, en la historia del país, constituyó un antes y un después: un corte histórico traumático del que perviven resabios, lo que se confirma en el hecho de que algunas salas de cine se hayan rehusado a proyectarlo.

“El tema que más polariza al Perú es Velasco…”, dice Gonzalo Benavente, el director. ¿Por qué se trata de un corte histórico?, ¿de un antes y un después? La reforma agraria inicia el declive de la oligarquía nacional terrateniente y el reconocimiento del derecho a la ciudadanía por parte de casi la mitad de la población peruana. Si anotamos que hasta entonces, como se señala en el film, los indios, así llamados, se traspasaban con las tierras,  que los campesinos debían prestar una serie de servicios, como cultivar y atender la casa Hacienda sin recibir salario alguno ni gozar del derecho a la educación, a cambio de los cuales solo disponían de alguna porción de tierra para su propio consumo, es posible considerar que fue recién que pudo instalarse un corte histórico respecto a la herencia virreinal, algo más 140 años después de la Independencia.

La mitad de la población era analfabeta, la deserción escolar superaba el 70 por ciento y en el Perú de entonces los analfabetos no tenían derecho al voto, de manera que la mitad del país decidía por todo el país (y las mujeres habían accedido al voto solo 13 años antes). De todas maneras, el primer acto del gobierno de Velasco fue eliminar la gratuidad de la enseñanza de la educación secundaria, lo que produjo el levantamiento de Ayacucho y Huanta y concluyó dejando varios muertos; esto fue parte del caldo de cultivo de Sendero Luminoso. Finalmente, se inicia la Reforma Educativa en 1972, su novedad era su espíritu nacionalista.

“El gobierno de las FFAA no es capitalista ni comunista sino todo lo contrario”, dijo Velasco alguna vez. ¿Qué era? Su gobierno contaba con asesores intelectuales de izquierda, pero también con el apoyo de empresarios conservadores que sobornaron a los militares incluyéndolos en sus fiestas e invitándolos a paseos en yate, si hemos de creer lo que reseña Alfonso Quiroz en su libro, Historia de la corrupción en el Perú.[1]

Los militares, desde los inicios de la República, venían constituyendo una suerte de casta que consiguió afianzarse en este momento. El primer gobierno de Belaúnde, que precedió al de la revolución armada, tuvo que contar con su apoyo para sostenerse ante la coalición formada por el Apra y el odriísmo, quienes obstaculizaron sin tregua todas las propuestas llevadas al Parlamento.  Cuenta Alfonso Quiroz que, cuando algún periodista le preguntó a Belaunde por las beneficios y prebendas otorgados a las FFAA, este respondió “que la cooperación entre civiles y militares era necesaria y que las fuerzas armadas constituían verdaderas escuelas para los reclutas indígenas”.[2] Evidentemente, Belaúnde no se consideraba un “indígena” natural del país. Por ese entonces, las FFAA todas, por mar, tierra y aire, ejecutaban un contrabando mayúsculo y se estima que evadieron importantes sumas en impuestos equivalentes a la sustracción del 14 o 15% de los ingresos del erario nacional, suma que hubiera podido compensar largamente el déficit fiscal del gobierno de Belaúnde.[3] En este contexto, desaparece la famosa página 11 del acuerdo con la firma norteamericana, International Petroleum Company (IPC). Se consideraba que en la resolución de este acuerdo se jugaba la dignidad nacional dado que, según un laudo arbitral de 1922, muy cuestionado, la IPC se había irrogado el derecho al suelo de La Brea y Pariñas, de la que extraía petróleo por el cual, además, debía cuantiosas sumas en impuestos cuyo pago era continuamente retrasado. Supuestamente, Belaúnde restituiría los derechos al Estado peruano y cobraría los impuestos, pero estalló el escándalo. Es aquí que Velasco Alvarado tomó el poder. Cierto es que durante el gobierno de Belaúnde las cosas no habían marchado como se esperaba, algunos empresarios cercanos al presidente habían hecho de las suyas, la reforma agraria prometida había sido tibia e insuficiente, la toma de tierras y la insurgencia campesina se exacerbaba, el déficit fiscal se incrementó y el escándalo del contrabando militar había llegado a los tribunales. La pérdida de la página 11 fue la gota que colmó el vaso. A continuación, desaparecieron los documentos que probaban el contrabando y, claro está, continuó los años siguientes. Quizás algunos recuerden que los bazares militares de ese entonces, contaban con toda clase de productos a precios relativamente cómodos pues los militares podían importarlos exonerados de impuestos.

De todas maneras, el trasfondo estaba en otra parte. Este era un momento muy politizado en  América Latina, no es por casualidad que las Dictaduras militares  proliferaron en toda la región y que ella deviniera campo de batalla entre los intereses de la URSS y los EEUU. La revolución castrista era, en ese momento, el fantasma que recorría el espacio americano. Según cuenta Alfonso Quiroz, nueve asesores izquierdistas de Velasco cobraban hasta 5 mil dólares de la KGB[4], mientras que otros colaboraban con la CIA, entre los que se contaba el propio Vladimiro Montesinos, como algunos recordarán.

Como fuere, la ideología nacionalista del gobierno militar cambiaría drásticamente la conformación del país para siempre. La Dictadura en el Perú era una suerte de Dictadura de izquierda, por paradójico que parezca, – de hecho, se autodenominó “gobierno revolucionario”-, a diferencia de las que se instalaron en Colombia, Brasil, Chile y Argentina, especialmente, cometiendo crímenes infames cuyas heridas no terminan de cerrar. En el Perú, esto no sucedió: las jerarquías y los privilegios de cierta oligarquía fueron duramente golpeados y se pretendió alcanzar una mayor igualdad entre los nacidos en el país. Por ejemplo, se impuso el uniforme único escolar, bajo la idea de que debían eliminarse las diferencias entre los alumnos de los distintos colegios. El quechua fue reconocido como idioma oficial, los analfabetos accedieron al voto y se otorgó la mayoría de edad a los 18 años; eso fue con durante el tiempo del Gral. Morales Bermúdez.

Pero lo cierto es que el racismo no varió gran cosa, el resentimiento de los de arriba y los de abajo no fue eliminado, no hubo ninguna reconciliación nacional y, sobre todo, el padronazgo no despareció. Lo que sí ocurrió, sin duda, es que en este momento la corrupción se democratizó y la decadencia institucional se profundizó. Una serie de escándalos ocurrieron: Pescaperú saqueó el mar en provecho de algunos empresarios y cayó la exportación de harina de pescado, además de que el pescado encareció sensiblemente; las cooperativas agrícolas creadas por la Reforma Agraria se volvieron fuente de saqueo por parte de los mismos cooperativistas; los minifundistas y los campesinos sin tierra comprendían el 85% de la fuerza laboral agraria, de manera que las exportaciones agrícolas cayeron ostensiblemente y aumentó, en cambio, la importación de alimentos.[5] EPSA, la empresa que distribuía los productos para las familias peruanas, acaparó y contrabandeó sus productos, como la leche, el azúcar y el arroz. El financiamiento de las empresas estatales fue el botín de algunos y la deuda externa creció exponencialmente.

El sistema judicial se demolió pues el gobierno nombraba a los jueces (dicho sea de paso, la Constitución de 1980, que pondría fin a la Dictadura militar, siguió concediendo al Ejecutivo la facultad de nombrar a los jueces de la Corte Superior y la Corte Suprema); los medios de comunicación fueron expropiados, la compra de armamentos permitía recibir sobornos.

Cuando Belaúnde vuelve al poder en 1980, el terrorismo ya se había arraigado y el narcotráfico se había expandido. Se dice que un afamado narcotraficante de ese entonces (Carlos Langberg), financió la campaña del candidato aprista, que perdió ese año. Las FFAA, por su parte, obtuvieron inmunidad.

Pese a todo, es indudable que un cambio de los modelos culturales ocurrió y que otra estética advino. Pero la revolución armada fue otra promesa rota, de las muchas que el país ha padecido.

El relato de Gonzalo Benavente no explora estos ángulos pero es muy meritorio, su narración es fluida y revive la memoria. Su concepción del cine como instrumento político no partidario capaz de transmitir una visión subjetiva y por eso mismo, política, según el mismo dice, es honesta y digna. Él concibe al cine como capaz de ofrecer una aproximación a la historia peruana distinta de la que imparte la educación formal y lo consigue porque transmite un deseo de remover lo que de traumático y reprimido pudiera haber permanecido. Su espíritu es generoso, quiere subtitularla al quechua y llevarla a las escuelas públicas. Ciertamente, también considera que la satanización de Velasco ha sido injusta, posiblemente por palpar que ha sido el criterio racista y rencoroso lo que ha provocado que se reaccione con excesivo desprecio frente a las transformaciones sociales que comenzaron en aquel momento. Hay desprecio pero también angustia, en todos, en realidad, porque las claves de esta historia no residen solo en los personajes sino en el modo particular en que el país se insertó en la llamada modernización. Pero, como sostiene el director, que nuestra sociedad quiera mirar su pasado frente al descontento actual con la clase política, me parece que es la verdadera clave del éxito logrado por este film, y eso, tiene que ver con los tiempos que corren. Sorprendentemente, la película parece haber alcanzado en este momento alrededor de 50 mil espectadores, lo que constituye cifras récords tratándose de películas de factura nacional.

Si uno regresa al relato de la historia, es porque se vale de él para dar cuenta del presente. Es así como los psicoanalistas consideramos la importancia de la historia: se reescribe sucesivamente, se idealiza también, pero allí discurre un deseo que es actual y que moviliza al sujeto por vías distintas que las de la violencia. Termino entonces este comentario suscribiendo, con él, que la historia oficial verdadera no existe pero que volver a ella, cuestionarla y revisarla, leyendo el modo en que ese pasado estuvo suscrito a un juego de intereses, es la posibilidad de capturar lo que resuena en el presente y, más allá, el obstáculo indomeñable con el que tropezamos, para tener una idea de lo que produjo estragos o proporcionó una brújula. Al decir de Lacan, el modo en que un sujeto se sitúa frente a las generaciones que lo precedieron, es decisivo respecto de su posición actual y de las identificaciones e ideales con los que se orienta, se coagula o se atormenta.

[1] Quiroz, A. W., Historia de la corrupción en el Perú, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2018, p. 324.

[2] Ibíd., p. 309.

[3] Ibíd., p. 317.

[4] Ibíd., p. 323.

[5] Ibíd., p.325.